Por qué no podemos evitar mirar el móvil

Con el auge de las redes sociales, cada vez más jóvenes sufren de FOMO –el miedo a perderse algo y no lo saben.

¿Por qué no podemos evitar mirar el móvil?

Estás una noche en tu sofá, tapado con tu manta, viendo una peli, muy cómodo y calentito, pero de repente te das cuenta de que es sábado. Coges tu móvil y tienes 200 mensajes de tres grupos diferentes de Whatsapp, cinco invitaciones a eventos de Facebook y 12 ‘me gusta’ en Instagram.
Entonces, empiezas a notar una especie de ardor en tu estómago y tienes la sensación de que algo estás haciendo mal porque te imaginas a todo el mundo de fiesta, de cena, de bares, asistiendo a eventos irrepetibles y no lo puedes soportar.
Paras la película, te levantas del sofá, vas corriendo a vestirte mientras escribes a tus amigos, les preguntas desesperadamente dónde están y les ordenas que se esperen ahí, que llegas en cinco minutos.

¿Te suena de algo?

Si es así, atento. Puede que seas víctima de la epidemia psicológica del siglo XXI: el temido FOMO.
Así es como le llaman los anglosajones y sus siglas corresponden a ‘Fear Of Missing Out’.
Si aún no sabes de qué va, es un fenómeno más común de lo que puedes creer y tal vez lo estás sufriendo sin saberlo.
En español vendría a ser “miedo a perderse algo” -¿MAPA?- y consiste en esa ansiedad compulsiva de pensar que quizá te estás perdiendo un evento o dejando escapar una gran oportunidad.
En otras palabras, el FOMO es un comportamiento sociocultural altamente adictivo y no menos horrible en el que te encuentras constantemente atacado por el pensamiento arrollador de que, por toda la ciudad, hay en marcha incontables actividades maravillosas que podrían cambiarte la vida.

Sin embargo, tú no estás participando en ellas y te estás quedando fuera.
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El acrónimo FOMO fuera incluído en el Oxford English Dictionary en 2013 y afecta, principalmente, a los individuos de entre 15 y 35 años.

Es una franja de edad significativa y muy amplia, pero tiene todo el sentido del mundo que sea así, ya que es cuando el consumo del tiempo libre tiene mayor importancia en nuestras vidas.
En este sentido, el FOMO nos afecta en relación al arrepentimiento. Es decir, como somos conscientes de que las cosas podrían ser diferentes porque sabemos la infinidad de opciones que hay, podemos fácilmente sentirnos mal por haber tomado una decisión equivocada en cuanto a cómo emplear nuestro tiempo libre.
El tiempo de ocio es un bien muy valioso, ¿o no ardes de rabia cuando pasaste el sábado en un muermo de fiesta y luego te enteras de que había un plan cien veces mejor y que todo el mundo acabó bailando en el backstage hasta las tantas?

Resultado

No decir nunca que no a una fiesta, a una cena o a una tarde de cervezas.
No decir que no a nada e ir a todos los sitios que puedas como obligación moral.
La vida es demasiado corta como para pasar una noche de sábado en pijama-chándal sin salir de casa y no podemos permitirnos deshechar experiencias que se sumen a nuestro repertorio de maravillosas memorias de juventud.
Este es un miedo social de toda la vida, que tiene relación directa con el miedo a la exclusión.
Lo que pasa hoy es que este desasosiego se ve notablemente amplificado por las publicaciones de dichos eventos en redes sociales y aquí está la clave del FOMO en nuestros días.
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¿Cuántas veces al día le echas un vistazo a Facebook? ¿Y cuántas abres tu Instagram? ¿Sientes que tu página de inicio es interminable?

El deseo de estar en contacto constante con todo lo que pasa con nuestros amigos y conocidos ya no es nada extraordinario.
Sin embargo, cuando en medio de una conversación cara a cara no puedes evitar sacar el móvil solo para ver qué se cuece, quizá tengas un pequeño problema.
Un estudio sobre conductas adictivas realizado en 2014 afirmaba que los usuarios habituales de Facebook están motivados por su necesidad de conectar y socializar con otros, para evitar el aburrimiento y para vigilar qué hacen sus amigos.
Estas son conductas, dentro de lo que cabe, naturales, pero el estudio también incluía diez frases para que los participantes puntuaran del 1 al 5 cómo se sentían identificados con ellas.
El resultado fue que tres cuartas partes de los que respondieron se sentían identificados -en mayor o menor grado- con afirmaciones del tipo:
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“Me preocupo cuando descubro que mis amigos se lo están pasando bien sin mí”.

Podemos pensar que la tecnología nos arrastra a este tipo de comportamientos o tal vez es el uso que le damos, pero es paradójico que sea también la tecnología quien intente salvarnos de ello.
Existen aplicaciones como Moment para iOS o BreakFree para Android, que generan informes del tiempo de uso de redes sociales en nuestros dispositivos móviles.

A través de ellas, podemos marcarnos un límite de minutos al día y, pasado este marcador, no podremos abrir Facebook o Instagram (o las aplicaciones indicadas previamente) hasta el día siguiente. Una forma muy útil para luchar contra adicciones algo extremas.
Pero, ¿Todo esto no resulta un poquito agobiante?
Tal vez tenemos que respirar hondo y darnos cuenta de que no somos dioses o Internet.
Es decir, ver que no somos omnipresentes, que siempre pasarán cosas a las que no podremos llegar y que, oye, no es ningún pecado no haber ido a esa fiesta de la que todo el mundo habla.
Tal vez tenemos que dejar el FOMO atrás y aprender a disfrutar del JOMO -Joy Of Missing Out-.

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